"Yo soy el Papa, el Pope, el Pop" (Vidas de Santos, Rodrigo Fresán)


Mucho más cerca de lo profano que de lo sagrado, a pesar del título, Fresán te enreda en una escritura sarcástica sin control, sin orden en la forma ni en el fondo, sin más pauta que la intención de hacer asimilables extraños sucesos místicos en los que personajes terrenos se permiten ser protagonistas de las grandes historias bíblicas; El Cazador de Santos te llevará de un lado a otro del mundo y de un lado a otro del tiempo, donde Canciones Tristes puede ser cualquier otro lugar menos en el que te encuentras ahora mismo. El tiempo no existe, o si existe se lo salta a grandes zancadas, no importa que hayan pasado más de dos mil años, no importa porque tan solo es el calendario de Jesus Christ.
Y que tras una conversación con “el escritor americano, muerto, que tenía apellido germano, que ostentaba el más indisciplinado de los bigotes y una casi obscena cantidad de pelo para su avanzada edad”, se vaya de paseo con el inmortal Conde Drácula (“que es en realidad Judas Iscariote”) y todo a ritmo de canciones de Reed, Cohen, Cash, terminas pensando en este libro como una suerte de cajón repleto de tesoros en forma de citas y/o menciones a los grandes referentes de nuestra historia, sin dejar de querer saber quién es la chica que se oculta tras el disfraz de Tortuga Ninja. Creo que ahí radica la sensación del buen sabor de boca que te deja Vidas de Santos. No te explica los porqués de casi ninguna de las cosas que suceden, pero al terminar te das cuenta de que no quieres saberlos en absoluto.
Y sí, a mí el “más allá” también me recuerda a un centro comercial, sobre todo cuando las librerías se convierten en “los nuevos templos modernos” porque El código Da Vinci llena estanterías y vacía bolsillos en su puesto número uno del top de más vendidos.
Gracias por tu magic pen, Rodrigo.
-Luka-

Comentarios

Helene Hanff ha dicho que…
Juli, qué bonito el post que has escrito. Me han entrado verdaderas ganas de adentrarme en el mundo del libro del que hablas. Un millón de besos, hermana.

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