La Inmortalidad - Milan Kundera





Tiene una receta secreta, estoy segura. Conoce bien como colarte metáforas perfectas para explicar comportamientos humanos que difícilmente imaginábamos en palabras. Es todo eso que se hace y no se dice, porque hay una especie de pudor universal a decir el porqué de porqué hacemos las cosas que hacemos. Hay tantas subtramas debajo de lo que conocemos como realidad. Hay tantos porqués detrás de todo que cuesta imaginar ya ningún gesto gratuito en ninguna de las personas que nos rodean. De ahí la importancia de ese gesto con el que empieza y termina la novela.

Es también una historia circular, en muchos sentidos. Es bella y perfecta porque al final todo pertenece a un puzzle gigante que hace que te sientas parte de ese cuadro. Cuántas Lauras conocemos, cuántas Agnes (menos que Lauras, eso seguro) y ¡cuántos Pauls! Y Avenarius, el que juega, –"juegas con el mundo como un niño melancólico sin hermanito"–. Tendría tantas frases que reproducir, tantas citas de este libro que creo que si las escribiera acabaría reproduciendo el libro entero.

Lo he comprendido yo también: " si no somos capaces de atribuirle importancia a un mundo que se considera importante, si dentro de ese mundo nuestra risa no encuentra eco alguno, sólo nos queda una alternativa: tomar el mundo como un todo y convertirlo en un juguete. Avenarius juega y la única cosa importante en un mundo sin importancia es para él el juego ".

La insoportable levedad del ser la leí con 17 años. Ése era mi yo de otro cuadrante de vida. He girado dos veces más desde entonces (me refiero a girar de manera relevante, sin cortar otros muchos giros), y ha sido muy gratificante volver a Kundera.



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